¿Qué
fue de los sindicatos?
Fuente:
elmundo.es
Probablemente éste sea el Primero de Mayo sindical más triste de los
últimos años porque los sindicatos han perdido buena parte de la influencia social
que han tenido en España desde la reinstauración de la democracia. Hoy, bajo el
lema "Así no salimos de la crisis", UGT y CCOO han
convocado manifestaciones en 80 localidades españolas, pero sus voces se van a
oír menos que nunca. ¿Qué ha ocurrido para que en el momento de más precariedad
laboral, con el desempleo todavía desbocado, con un paro juvenil en el 50%, los
sindicatos pinten menos que nunca en el panorama económico nacional?
Hay
factores, digamos, endógenos, que se refieren a su propio funcionamiento. Los
escándalos de UGT en los cursos de formación y en los ERE han terminado por
minar su credibilidad y ha arrastrado a la otra gran central, CCOO .
Las informaciones destapadas por este periódico sobre el despilfarrougetista de dinero público para los parados en
Andalucía -cenas con gambas y rebujitos, o regalos de bolsos de marca
pirateados, incluidos-, que han tenido ramificaciones en otras federaciones
como la extremeña, la madrileña o la balear, han llevado la imagen sindical a
mínimos históricos, que dirían los analistas. Tampoco ha ayudado la aparición
de destacados dirigentes de los dos sindicatos en procesos penales un tanto
vergonzosos como el caso de las tarjetasblack de la
antigua Caja Madrid. Y, en estos tiempos en los que se exige claridad en las
cuentas públicas y en las organizaciones, las centrales tampoco han sido un adalid de la transparencia.
Pero también hay otras razones externas que explican esta caída de la
influencia de los sindicatos. España es de los países de la OCDE con menos
afiliación sindical, que nunca ha superado el 15,9% de los trabajadores. En
2014, por ejemplo, UGT y CCOO decían que contaban entre ambos con dos millones
de afiliados. Sobre una población activa de 22,8 millones de personas, supone
apenas un 8,7% del total. Es posible que el fuerte aumento del paro haya
provocado una salida masiva de afiliados, pero en
ningún caso el nivel de representación se corresponde con el inmenso poder que
han tenido UGT y CCOO en la política española.
¿De dónde viene, pues, esa tremenda influencia? Básicamente, de un
sistema de negociación colectiva en el que los sindicatos han llevado la voz
cantante. El modelo en cascada, que otorgaba más peso al convenio nacional o
general que a los acuerdos que alcanzaran los comités en cada empresa, dejaba
en manos de las cúpulas sindicales -más alejadas como de la realidad concreta
de cada compañía- decisiones clave para la vida empresarial como las subidas
salariales, la remuneración de la productividad o la flexibilidad de la jornada
laboral. A esto se añade la ultraactividad de los convenios, que es la
aplicación automática de un convenio vencido o denunciado más allá de la
vigencia prevista en los acuerdos, lo que podía prolongar sine die unas condiciones laborales pactadas dos o
tres años antes pero a lo mejor ya no válidas cuando había que negociar uno
nuevo.
La reforma laboral de 2012 decretada por el PP terminó con este modelo
al primar los convenios de empresa sobre cualquier otro, con lo que se facilitó
el denominado descuelgue; es decir, la posibilidad de no aplicar en una compañía las condiciones pactadas en
el convenio colectivo sectorial o territorial aduciendo simplemente causas
económicas. Además, la reforma de Báñez rebajó considerablemente la ultraactividad
de los convenios, al reducir a un año la renovación automática de las
condiciones pactadas. Probablemente estos dos cambios son mucho más
determinantes para el mercado laboral que el abaratamiento del despido o los
nuevos tipos de contratos. Y el objetivo de esas dos medidas ha sido restar
poder a los sindicatos. Se entiende así que una de las medidas clave de las
propuestas laborales de Pedro Sánchez es devolver a la negociación colectiva el
poder que le ha quitado el PP.
A las
consecuencias de la reforma laboral se unirá la pérdida del control sindical -y
también empresarial- de los fondos de formación, que como se ha comprobado en
los últimos años, ha nutrido de forma fraudulenta las cuentas de las centrales
sindicales. Sin la negociación colectiva y sin fondos de la formación los
sindicatos no son lo que fueron.
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